Colombia.com Uno podría imaginarse que Petrona Martínez, quien lleva el título de “Reina del Bullerengue”, debe vivir como tal. Sin embargo, ésta es una reina sin corona y sin palacio. O mejor, su palacio no está cubierto por oro sino por caña brava y barro, materiales con los que ella misma construyó su casita en compañía de su numerosa familia. Dueña de una sonrisa que encanta, Petrona ha logrado demostrar que cuando la música nace del alma traspasa las fronteras. Nunca se imaginó que sus cantos, podrían contagiar a personas de continentes lejanos, en realidad, nunca se imaginó que sería famosa gracias a su don.
Su historia es insólita para algunos e increíble para otros. Nació en un pequeño pueblo del departamento del Bolívar llamado San Cayetano. Jamás fue al colegio. Trabajó desde pequeña en diversas labores, desde hacer el oficio para su casa y otras casas, hasta recoger arena. Decidió casarse a los 16 años con Tomás Enrique Llerena. “No me casé por la iglesia, él ha sido mi marido desde siempre”, confesó alguna vez en una entrevista. Y uno tras otro, tuvo siete hijos, cinco mujeres y dos hombres.
Sin embargo, haber nacido en un hogar de cantadoras, de mujeres que llevaban en sus venas la música, la obligó a continuar con la herencia, como lo harán sus hijas y las hijas de sus hijas. Por que su talento, se ha heredado de generación en generación.
Ella canta bullerengue, un canto tradicional de la Costa Atlántica colombiana, que tiene sus raíces en los lamentos de fecundidad africanos que llegaron al país con los esclavos. Los libros dicen que “el bullerengue colombiano empezó cuando fue vetada la participación de embarazadas, viudas y mujeres de vida alegre en las fiestas estivales de San Juan y San Pedro. Ellas decidieron reunirse clandestinamente, en los patios de vecinos, y con tambor y palmas, bailaban e improvisaban versos”.
El padre de Petrona, Manuel Salvador "Cayetano" Martínez, “era compositor de cumbia, bullerengue, décimas, polla negra, sones para danza de negros”. Y su abuela Orfelina Martínez, su bisabuela Carmen Silva, su tía abuela Tomasita Martínez y sus primas hermanas, como Ernestina Cañate, eran “bullerengueras”, como ella. “Mi abuela cantaba y bailaba y componía canciones sobre nuestra vida diaria.. era dobladora de tabaco y ahí se ponía a cantar... y hacía sus ollas de barro y ahí cantaba... y yo estaba barriendo, cocinando o lavando ...y estaba cantando”, dice.
Así que Petrona no pudo evitar seguir con la tradición. Mientras hacía oficio cantaba. Mientras crecía, cantaba. Mientras tenía hijos y luego nietos, cantaba. Y un día, cuando vivía en un pueblo llamado Malagana en Bolívar, a dos horas de Cartagena, alguien la oyó cantar. Entonces, le propusieron que lo hiciera en público y así, poco a poco, se animó a conformar un grupo que la acompañara. Se unió a los Tambores de Malagana (cuando corría 1984), es decir, a Ramón Pío Sánchez (tamborero), a Pifanio Martínez (guacharaca) y Clemente Pacheco (llamador). Pero como todos eran “señores mayores”, ella debió tomar la decisión de conformar su propio grupo y fue cuando decidió hacerlo con sus hijos. Y en 1995 logró meterse a un estudio de grabación, pues su hijo logró que se lo prestarán por dos horas, para hacer “El folclor vive”, su primer LP. Al año siguiente hizo otra grabación en acetato titulada “El destape del folclor”.
Hasta este momento Petrona seguía siendo una mujer de sonrisa contagiosa y voz recia que no paraba de cantar. Bueno, sólo lo hizo cuando le mataron a uno de sus hijos, quien era integrante de la Danza de Negros de su pueblo. Ella recuerda que durante casi tres años dejó de cantar, pues el dolor y vacío no se lo permitía. Se sumió en la tristeza. Ni la necesidad fue capaz de hacerla cantar. Estaba enferma. Pero un día, después de soñar con su hijo, decidió levantarse y le compuso la canción “Rama
de tamarindo”. Con ella cierra todos sus conciertos.
Pero 1997 la luz brillaría sobre ella y su familia. Ese fue el año del descubrimiento. Cuando Petrona Martínez llegaba a los 58 años, una artista francesa la sorprendió con una invitación que la dejó muda. Muda de nuevo pero esta vez de emoción. Lissete Lemoine la invitó para que fuera la protagonista de un documental, en el que contarían su historia y que amenizaría con sus cantos. “Lloro yo, el lamento del bullerengue”, se filmó en febrero de ese año y éste hizo que Radio Francia Internacional se animara a patrocinarle a Petrona su primer disco compacto titulado “Le bullerengue”.
Un álbum de carácter internacional, publicado por el sello Ocora de Francia, que le abrió las puertas en su país y en el mundo. Los siguientes años han sido como una carrera contra el tiempo. De la noche a la mañana, esta mujer, abuela, con la piel ajada y las manos duras de tanto trabajar, se volvió famosa, ya no sólo en su pueblo, Palenquito; ni el lugar donde nació, San Cayetano; ni en donde vivió por años, Malagana, sino en la Costa Atlántica, en Bogotá, en Colombia y hasta en tierras que sonaban tan lejanas como Londres, Francia, México, Canadá, en otras.
La primera vez que salió de Colombia fue en el año 2000. Esta vez, acompañada de su hijo Ávaro fue a Europa. Al año siguiente, ya como una ciudadana del mundo estuvo en Madrid y Barcelona, España; dando varios conciertos en los que despertó aplausos y vivas del público. Después viajó a Bristol, Inglaterra, para grabar su disco “Bonito que canta”, un título que le hace honor a su música.
En él invitó a otra mujer legendaria del folclor nacional, Totó La Momposina. El álbum salió al mercado colombiano en el 2002 bajo el sello de MTM Discos y ese año le traería una alegría extra a ella y especialmente a su país, la nominación a un Premio Grammy Latino, en la categoría de Mejor álbum folclórico.
El 2003
fue un buen año para ella. Fue la anfitriona del Primer Festival de Músicas y Danzas del Mundo, realizado en Bogotá. A él llegó después de participar en el Festival "Strictly Mundial" de la ciudad francesa de Marsella; en el “Emociona Mujer” de Madrid, España; y en el Encuentro de Artes Escénicas “Puerta de las Américas”, que se realizó en México. También estuvo en el Folk Festival de la ciudad de Vancouver, Canadá y logró terminar de grabar su nuevo álbum "Mi Tambolero. Cantos y Tambores del Caribe Colombiano".
Su nuevo trabajo discográfico continúa hablando de las cosas simples que llenan la vida de esta peculiar “Reina”, que se ha ganado el cariño de su gente a pulso.
Una “Reina” que no ha perdido su esencia. Petrona continúa vistiéndose con blusas blancas de arandelas, acompañadas de floridas faldas típicas de la mujeres de su región. De las mujeres que la criaron sesenta años atrás. Ella sigue tan auténtica como cuando se sienta a cantarle a sus nietos. Como cuando habla con sus gallinas o sus matas.
La única diferencia es que ahora los jóvenes de todos los rincones del mundo, y los no tan jóvenes, piden y compran su música; asisten a sus conciertos y la aclaman como a una estrella Pop. Pero ella va para todas partes con su prole. Del grupo con el que viaja hacen parte su hija Joselina Llerena Martínez, segunda voz del grupo, quien además compone y toca el tambor. Una excelente cantante y quien Petrona espera que sea su sucesora. Su hijo Alvaro Llerena, quien toca el tambor alegre y Guillermo Valencia (llamador), Javier Ramírez (gaita), Edwin Muñoz (tambora), Luis Castro (maracas y totumas), y Stanley Montero (gaita), a quienes ya considera de la familia.
En los próximos años, Petrona Martínez seguirá dando de que hablar, pero no porque ésta sea una meta comercial, sino porque ella ha dicho una y otra vez, que cantará hasta que muera.
Texto Katherine Moreno Sarmiento.
http://www.colombia.com/biografias/autonoticias/musica/2004/01/09/DetalleNoticia729.asp
Su historia es insólita para algunos e increíble para otros. Nació en un pequeño pueblo del departamento del Bolívar llamado San Cayetano. Jamás fue al colegio. Trabajó desde pequeña en diversas labores, desde hacer el oficio para su casa y otras casas, hasta recoger arena. Decidió casarse a los 16 años con Tomás Enrique Llerena. “No me casé por la iglesia, él ha sido mi marido desde siempre”, confesó alguna vez en una entrevista. Y uno tras otro, tuvo siete hijos, cinco mujeres y dos hombres.
Sin embargo, haber nacido en un hogar de cantadoras, de mujeres que llevaban en sus venas la música, la obligó a continuar con la herencia, como lo harán sus hijas y las hijas de sus hijas. Por que su talento, se ha heredado de generación en generación.
Ella canta bullerengue, un canto tradicional de la Costa Atlántica colombiana, que tiene sus raíces en los lamentos de fecundidad africanos que llegaron al país con los esclavos. Los libros dicen que “el bullerengue colombiano empezó cuando fue vetada la participación de embarazadas, viudas y mujeres de vida alegre en las fiestas estivales de San Juan y San Pedro. Ellas decidieron reunirse clandestinamente, en los patios de vecinos, y con tambor y palmas, bailaban e improvisaban versos”.
El padre de Petrona, Manuel Salvador "Cayetano" Martínez, “era compositor de cumbia, bullerengue, décimas, polla negra, sones para danza de negros”. Y su abuela Orfelina Martínez, su bisabuela Carmen Silva, su tía abuela Tomasita Martínez y sus primas hermanas, como Ernestina Cañate, eran “bullerengueras”, como ella. “Mi abuela cantaba y bailaba y componía canciones sobre nuestra vida diaria.. era dobladora de tabaco y ahí se ponía a cantar... y hacía sus ollas de barro y ahí cantaba... y yo estaba barriendo, cocinando o lavando ...y estaba cantando”, dice.
Así que Petrona no pudo evitar seguir con la tradición. Mientras hacía oficio cantaba. Mientras crecía, cantaba. Mientras tenía hijos y luego nietos, cantaba. Y un día, cuando vivía en un pueblo llamado Malagana en Bolívar, a dos horas de Cartagena, alguien la oyó cantar. Entonces, le propusieron que lo hiciera en público y así, poco a poco, se animó a conformar un grupo que la acompañara. Se unió a los Tambores de Malagana (cuando corría 1984), es decir, a Ramón Pío Sánchez (tamborero), a Pifanio Martínez (guacharaca) y Clemente Pacheco (llamador). Pero como todos eran “señores mayores”, ella debió tomar la decisión de conformar su propio grupo y fue cuando decidió hacerlo con sus hijos. Y en 1995 logró meterse a un estudio de grabación, pues su hijo logró que se lo prestarán por dos horas, para hacer “El folclor vive”, su primer LP. Al año siguiente hizo otra grabación en acetato titulada “El destape del folclor”.
Hasta este momento Petrona seguía siendo una mujer de sonrisa contagiosa y voz recia que no paraba de cantar. Bueno, sólo lo hizo cuando le mataron a uno de sus hijos, quien era integrante de la Danza de Negros de su pueblo. Ella recuerda que durante casi tres años dejó de cantar, pues el dolor y vacío no se lo permitía. Se sumió en la tristeza. Ni la necesidad fue capaz de hacerla cantar. Estaba enferma. Pero un día, después de soñar con su hijo, decidió levantarse y le compuso la canción “Rama
de tamarindo”. Con ella cierra todos sus conciertos.
Pero 1997 la luz brillaría sobre ella y su familia. Ese fue el año del descubrimiento. Cuando Petrona Martínez llegaba a los 58 años, una artista francesa la sorprendió con una invitación que la dejó muda. Muda de nuevo pero esta vez de emoción. Lissete Lemoine la invitó para que fuera la protagonista de un documental, en el que contarían su historia y que amenizaría con sus cantos. “Lloro yo, el lamento del bullerengue”, se filmó en febrero de ese año y éste hizo que Radio Francia Internacional se animara a patrocinarle a Petrona su primer disco compacto titulado “Le bullerengue”.
Un álbum de carácter internacional, publicado por el sello Ocora de Francia, que le abrió las puertas en su país y en el mundo. Los siguientes años han sido como una carrera contra el tiempo. De la noche a la mañana, esta mujer, abuela, con la piel ajada y las manos duras de tanto trabajar, se volvió famosa, ya no sólo en su pueblo, Palenquito; ni el lugar donde nació, San Cayetano; ni en donde vivió por años, Malagana, sino en la Costa Atlántica, en Bogotá, en Colombia y hasta en tierras que sonaban tan lejanas como Londres, Francia, México, Canadá, en otras.
La primera vez que salió de Colombia fue en el año 2000. Esta vez, acompañada de su hijo Ávaro fue a Europa. Al año siguiente, ya como una ciudadana del mundo estuvo en Madrid y Barcelona, España; dando varios conciertos en los que despertó aplausos y vivas del público. Después viajó a Bristol, Inglaterra, para grabar su disco “Bonito que canta”, un título que le hace honor a su música.
En él invitó a otra mujer legendaria del folclor nacional, Totó La Momposina. El álbum salió al mercado colombiano en el 2002 bajo el sello de MTM Discos y ese año le traería una alegría extra a ella y especialmente a su país, la nominación a un Premio Grammy Latino, en la categoría de Mejor álbum folclórico.
El 2003
fue un buen año para ella. Fue la anfitriona del Primer Festival de Músicas y Danzas del Mundo, realizado en Bogotá. A él llegó después de participar en el Festival "Strictly Mundial" de la ciudad francesa de Marsella; en el “Emociona Mujer” de Madrid, España; y en el Encuentro de Artes Escénicas “Puerta de las Américas”, que se realizó en México. También estuvo en el Folk Festival de la ciudad de Vancouver, Canadá y logró terminar de grabar su nuevo álbum "Mi Tambolero. Cantos y Tambores del Caribe Colombiano".
Su nuevo trabajo discográfico continúa hablando de las cosas simples que llenan la vida de esta peculiar “Reina”, que se ha ganado el cariño de su gente a pulso.
Una “Reina” que no ha perdido su esencia. Petrona continúa vistiéndose con blusas blancas de arandelas, acompañadas de floridas faldas típicas de la mujeres de su región. De las mujeres que la criaron sesenta años atrás. Ella sigue tan auténtica como cuando se sienta a cantarle a sus nietos. Como cuando habla con sus gallinas o sus matas.
La única diferencia es que ahora los jóvenes de todos los rincones del mundo, y los no tan jóvenes, piden y compran su música; asisten a sus conciertos y la aclaman como a una estrella Pop. Pero ella va para todas partes con su prole. Del grupo con el que viaja hacen parte su hija Joselina Llerena Martínez, segunda voz del grupo, quien además compone y toca el tambor. Una excelente cantante y quien Petrona espera que sea su sucesora. Su hijo Alvaro Llerena, quien toca el tambor alegre y Guillermo Valencia (llamador), Javier Ramírez (gaita), Edwin Muñoz (tambora), Luis Castro (maracas y totumas), y Stanley Montero (gaita), a quienes ya considera de la familia.
En los próximos años, Petrona Martínez seguirá dando de que hablar, pero no porque ésta sea una meta comercial, sino porque ella ha dicho una y otra vez, que cantará hasta que muera.
Texto Katherine Moreno Sarmiento.
http://www.colombia.com/biografias/autonoticias/musica/2004/01/09/DetalleNoticia729.asp
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