10 de noviembre de 2011

Carta de Alice

Hola con todos!

Desde que llegué a Ecuador, siempre les he escrito con alegría y entusiasmo, llenándoles de anécdotas de las cuales, aunque a veces con un fondo triste, reflejaba felicidad.

¡Esta vez no! ¡Esta vez no les cuento de mi! No les cuento de las caritas simpáticas y contentas de los niños de Salinas y de los bellos paisajes que he tenido ocasión de conocer.

Hoy les escribo para hablarles de un niño desafortunado: Marco Cadena, llamado Marquito. Vivía en Quito, con sus padres, que humildemente se ganaban el pan trabajando de peones en una hacienda. Un mal día, hace tres años, lo atropelló brutalmente un vehículo y desde entonces se quedó con una lesión muy grave de su cerebro. Actualmente, vive en Yacubiana, una comunidad de Salinas de Guaranda, a unos 3800 metros de altura, en condiciones que tuve la oportunidad de conocer el día de su cumpleaños, 11 añitos, cuando con un grupo de voluntarios fuimos a cantarle una canción. ¡Qué tristeza¡ Los ojos se me llenaron de lágrimas apenas lo vi: flaquito, con las piernas un poco más gruesas que lo de un palo de escoba; torcidito, no se puede diferenciar fácilmente cuál es su espalda y cuál es su pecho; la boca siempre abierta, con los dientes completamente llenos de caries porque la única cosa que puede hacer es tragar y no escupir. No habla, emite solo sonidos que espero no sean de dolor. Probablemente escucha, pero no lo sabemos. Probablemente ve, pero tampoco lo sabemos. Pero sabemos algo: ¡sus grandes ojos reflejan muchas ganas de vivir! Tenemos confianza y vemos reacciones cuando acariciamos su manita y su carita: ¡acaba de “gritar”¡ Pasa sus días en una humilde chocita, muy fría y muy húmeda, postrado en una camita: duerme y come. Transpira mucho, puede ser el efecto de los medicamentos, y su madre, no obstante sus críticas condiciones económicas, lo cuida y lo tiene limpio, cambiándole de ropa tres veces al día. Marco está siguiendo una terapia en Guaranda. Toma unos 45 minutos llegar allá desde Yacubiana. El subcentro y la policía lo ayudan con el transporte. Consume más o menos 100 pañales cada mes y tiene que tomar, entre otras pastillas, unas que cuestan $ 75 la caja. Se alimenta solo de productos de HerbaLife.

El Gobierno Provincial de Bolívar le apoya con los gastos básicos y ha decidido donarle dinero para la construcción de una casita adecuada a sus condiciones. ¡Pero no será suficiente para cubrir todo! ¡Tiene necesidad de mucho mucho mas¡ En el campo es muy difícil contar con terapias a domicilio, pañales gratuitos o una silla de ruedas. Marco no tiene la posibilidad de ir a un centro de asistencia para su tipo y gravedad de discapacidad. Puede contar solamente con los pocos y escasos recursos que su pobre provincia puede pasarle.

Nosotros, los voluntarios que estamos aquí, nos empeñaremos, en turnos, para ir a visitarle e intentar estimularle la vista y el oído y hacerle masajes que puedan aliviarle su dolor. Y, más importante todavía, nos hemos decidido a sensibilizar a nuestros conocidos sobre esta situación.

Espero hayan entendido que ésta no es una de aquellas cadenas de internet que simplemente se copian y se pegan. Lo he visto con mis ojos, lo he escuchado con mis oídos, lo he acariciado con mis manos, y he sufrido por él con mi sensibilidad. Aquí hay muchos niños pobres, pero son sanos y felices. Hay muchos niños enfermos, pero con la ayuda local de los más afortunados, siguen adelante. Marco es un caso especial, muy muy grave, que necesita una ayuda seria y fuerte.

Empezando a escribir esta carta he sentido un poco de vergüenza pensando en la posibilidad de ser mal entendida, de arriesgar de pasar por aquella que “ahora que es voluntaria empieza a pedir dinero por todo lado para estas cosas”. He superado este pensamiento concentrándome en Marquito, que estoy segura él es más importante que mi sentimiento de vergüenza pasajero. No quiero pasar por la moralista que no soy y tampoco quiero obligarles a hacer algo. Pero, si tienen ganas de renunciar a un paquete de cigarrillos o a una pizza, comuníquense conmigo. Un solo dólar, acumulado con lo de otros, puede hacer mucho. Hubiera podido añadir una foto del niño, hubiera sido más fácil, “convencer y sensibilizar”. ¡No quise hacerlo! por la sencilla razón de que estoy convencida de que son capaces de entender todo esto sin ninguna explicación más que la que doy.

Espero que esta situación nos ayude, incluyéndome a mí, a reflexionar sobre lo afortunados que somos al ser lo que somos, estar donde estamos, vivir lo que vivimos, y sobre todo evitar quejarnos y de esta forma perder días enteros en una tristeza totalmente injustificada.

Alice

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