He desnudado todas las mañanas buscando aquel poema,
Que al ser partido en dos guardara tu nombre en su sombra,
He despojado a la primavera de su trono,
Soñando encontrar el polen con el que nacen tus besos.
He buscado en el ojo gitano de la noche y el deseo,
El cabalgar herido de tus sueños,
Y he cruzado las aguas azules de la muerte y el pecado,
Buscando para ti el gran poema invisible.
Aquel que embruja tus labios y desparrama por tu cuerpo,
El enjambre asesino de siete muchedumbres en celo,
Y desnuda un baile inmortal de manzanas,
En las trompetas moribundas de un sediento mar.
Tu vientre, Armagedón donde combaten su invisible guerra,
Una jauría demente de azafranes.
Tus labios, dos arco iris, dos mañanas de pintada lujuria en sus muros,
Un grito penoso de animal silvestre,
Adormecida lluvia de cedrón cerca de la seis de la tarde.
La sagrada soberbia de tu belleza llena el vacío fecundo,
Sobre el aire enamorado de la medianoche,
Tus besos, palomas recién bautizadas, en el orgulloso,
Acantilado de la libertad.
Tus palabras, juncos de poesía, arroyos del edén,
Agua dulce bajo el susurro de los ángeles en reposo.
Ariscos gritos de primavera enajenada,
Cayendo sobre mí como un ejercito de rosas mojadas.
He disfrazado los dioses en el callejón perdido de mis palabras,
Y en el cementerio de poemas sutiles, he bailado ebrio,
Conjurando mi locura a penetrar los encantos encendidos de tú sed,
Para desojar tu mirada en el madero indio que arde en el tiempo.
Rota la luna en diamantes,
Me he quedado con la piel del más bravo guerrero de la oscuridad,
Para ofrendarte en el fuego salvaje de su odio más preciado,
El gran poema invisible,
Que entre palabras de agua se escribía por tu alma.
Leve figura de mujer, materia sutil que busca su forma,
En las tardes grises de las viudas camino a un entierro,
Y cae la ultima hoja del tiempo,
Como dos gotas de almendra, entre fragmentos de violetas.
Seis de la tarde, explosión de manzanas adolescentes a las seis de la tarde,
En el sudor de una mujer en fuga, en el amor con agujas de cristales,
Como ladrones del otoño entre violines nupciales,
Cayendo sobre la pólvora reseca del ultimo suspiro,
Destejiendo el amanecer detrás de las seis de la tarde
Autor del poema: Jaro Godoy.
Foto: José Luis Sandoval.
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